miércoles, 31 de julio de 2013

Antoine de Saint-Exupéry se fue al Asteroide B 612 hace hoy 69 años.

“De niño sus hermanos lo llamaban “Tonio”. En el colegio lo llamaban “Pique la luna”, pincha la luna, por su nariz respingona y su mirada siempre perdida entre las nubes. Los pobladores del desierto lo llamaban “el comandante de los pájaros”, porque iba veloz como una flecha por el cielo con sus aviones. Consuelo, su esposa, lo llamaba “Pez volador”, “Tonnio”, “Papú”, porque lo amaba y le gustaba ponerle muchos nombres diferentes. Él se definia “campesino de las estrellas”, Porque se sentía habitante de un planeta errante suspendido en la Vía Láctea. Su nombre de bautismo es Antonie de Saint-Exupery, aunque ahora muchos lo conocen como El Principito”.


Contraportada de “Antoine de Saint-Exupéry en busca del Principito…”, de Bimba Landmann.


“… un día Tonio dejó de escuchar cuentos para escuchar los motores de los primeros aviones que retumbaban en el cielo (…)
Cuando pasan a pocos metros sobre su cabeza siente un estallido de placer en su barriga (…) Tonio ya no sueña con dos alas pegadas a su espalda, sino con subir a una de esas máquinas voladoras (…) Ahora el correo no viaja solo por mar, para alcanzar otros continentes, y se necesitan pilotos.
Es así que Tonio vuelve a volar para transportar cartas entre Francia y África. Llega a ser incluso responsable de una escala en Marruecos, en pleno desierto (…)
En los vientres de los aviones hay muchas cartas valiosísimas.
Cartas que no hablan solo de trabajo, sino de sentimientos.
De nostalgias.
De dolores.
De alegrías.
Palabras confiadas a él para que alcancen su destino (…)
Es fácil hacerse amigo de los niños. ¡Ellos no tienen miedo de acercarse a ese hombre blanco que lleva siempre en el bolsillo un poco de chocolate!
Con los adultos, en cambio, debe tener más paciencia. Debe vencer poco a poco su desconfianza, aprender el árabe, enseñar sus máquinas voladoras (…)
“Mi papel aquí es domesticar. Me gusta, es una bonita palabra” escribe a la madre (…) Antoine inspecciona algunas rutas, busca otras nuevas.
Gana bien, pero no es feliz. ¿Qué le falta a los 29 años? ¿Tal vez una rosa a quien amar?
Sí, una rosa de nombre Consuelo. Es pequeña como una niña y cuenta historias magníficas. La conoce una noche en casa de unos amigos, en Buenos Aires. Antoine se enamora al instante, y esa misma noche la lleva a volar sobre la ciudad, para enseñarle las estrellas, hablarle de su alma viajera, para ofrecerle todo, enseguida: su corazón, su nombre, su vida.
“Consuelo… Tienes unas manos tan bonitas… Las querría tener solo para mí”.


(Fragmentos del libro de Bimba Landmann).



No voy a decir nada nuevo de "El principito" que no se haya dicho ya, solo que lo releí hace poco y descubrí muchas de las cosas que no entendí cuando lo leí de pequeño: su enorme simbología, su gran fantasía, su riqueza de contenido (la vida, la muerte, la amistad, el amor...).
Tuve, además, la enorme suerte de participar en una Merienda Compartida del Coworking "La Cooperativa" de Cádiz -http://www.lacooperativacb.es/-, con la Charla "Vivir del Cuento 2.0: Animación a la lectura, blogs y clubes literarios", en donde, además de una entretenida reunión entre amigos, pudimos disfrutar de una enriquecedora lectura grupal de alguno de los fragmentos de "El Principito", y posterior reflexión.




Decía Robert McKee que "nos sentimos atraídos por las historias que desvelan experiencias humanas y universales. Porque entre esos personajes y conflictos, entre la sorpresa de lo exótico o lo extraño, hallamos nuestra propia humanidad".
El Principito se merece por eso, y por mucho más, un puesto de honor en los clásicos de la literatura de todos los tiempos, infantil, juvenil y de adultos; sin duda. Desde aquí, nuestro pequeño homenaje a su obra maestra.

EL PRINCIPITO.
Texto e ilustraciones de Antoine de Saint-Exupéry. 

1
“…Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas, y es agotador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones… No es por mi culpa. Las personas grandes me desalentaron de mi carrera de pintor cuando tenía seis años y solo había aprendido a dibujar las boas cerradas y las boas abiertas… Necesité mucho tiempo para comprender de dónde venía. El principito, que me acosaba a preguntas, nunca parecía oír las mías (…) Cuando vio mi avión por primera vez (…), me preguntó: -¿Qué es esta cosa? -No es una cosa. Vuela. Es un avión. Es mi avión. Y me sentí orgulloso haciéndole saber que volaba. Entonces exclamó: -¿Cómo? ¿has caído del cielo? -Sí –dije, modestamente. -¡Ah! ¡qué gracioso!... Me gusta la caja que me has regalado porque de noche le servirá de casa. -Seguramente. Y si eres amable te daré también una cuerda para atarlo durante el día. Y una estaca. La proposición pareció disgustarle al principito: -¿Atarlo? ¡Qué idea tan rara!...”


2
“… Si decís a las personas grandes: “He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo…”, no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: “He visto una casa de cien mil francos”. Entonces exclamarán: “¡Qué hermosa es!”. Si les decís: “La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía, y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de que existe”, se encogerán de hombros y os tratarán como a un niño. Pero si les decís: “El planeta de donde venía es el asteroide B612”, entonces quedarán convencidos y os dejarán tranquilos sin preguntaros más. Son así. Y no hay que reprocharles. Los niños deben ser muy indulgentes con las personas grandes… …Mi amigo jamás daba explicaciones. Quizá me creía semejante a él. Pero yo, desgraciadamente, no sé ver corderos a través de las cajas. Soy quizá un poco como las personas grandes. Debo haber envejecido…”


3
-¿Sabes?... Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol… -¿Estabas, pues, verdaderamente triste el día de las cuarenta y tres veces? El principito no respondió… …Me miró estupefacto. -¡De cosas serias! Me veía con el martillo en la mano y los dedos negros de grasa, inclinado sobre un objeto que le parecía muy feo. -¡Hablas como las personas grandes! Me avergonzó un poco. Pero, despiadado, agregó: -¡Confundes todo!... ¡Mezclas todo! Estaba verdaderamente muy irritado, sacudía al viento sus cabellos dorados. -Conozco un planeta donde hay un señor carmesí. Jamás ha aspirado una flor. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo el día repite como tú: “¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio!”. Se infla de orgullo. Pero no es un hombre; ¡es un hongo!...”


4
“…No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos… …-Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer –replicó el rey–. La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables… …-Te juzgarás a ti mismo –le respondió el rey–. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio… …Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos no oyen sino las alabanzas… …-Cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo para desvariar. -¡Ah! ¡Estrellas! -Eso es. Estrellas. -¿Y tú qué haces con quinientos millones de estrellas? -Quinientos un millones seiscientas veintidós mil setecientas treinta y una. Yo soy serio, soy preciso. -¿Y qué haces con esas estrellas? -¿Qué hago? -Sí. -Nada. Las poseo…”
5
“…-Tal vez este hombre es absurdo. Sin embargo, es menos absurdo que el rey, que el vanidoso, que el hombre de negocios y que el bebedor. Por lo menos su trabajo tiene sentido. Cuando enciende un farol es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga el farol, hace dormir a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy hermosa… …-Es la consigna –respondió el farolero–. Buenos días. -¿Qué es la consigna? -Apagar el farol. Buenas noches. Y volvió a encenderlo. -Pero, ¿por qué acabas de encenderlo? -Es la consigna –respondió el farolero. -No comprendo –dijo el principito. -No hay nada que comprender –dijo el farolero–. La consigna es la consigna. Buenos días. Y apagó el farol… …Éste, se dijo el principito mientras proseguía su viaje a más lejos, éste sería despreciado por todos los otros (…) sin embargo, es el único que no me parece ridículo. Quizá porque se ocupa de una cosa ajena a sí mismo…”
6
“…-No anotamos las flores –dijo el geógrafo. -¿Por qué? ¡Es lo más lindo! -Porque las flores son efímeras. -¿Qué significa “efímera”? -Los libros de geografía (…) nunca pasan de moda (…) escribimos cosas eternas (…) Lo que cuenta para nosotros es la montaña. La montaña no cambia. -Pero, ¿qué significa “efímera”? (…) -Que está amenazado por una próxima desaparición (…) Mi flor es efímera, pensó el principito, ¡y solo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo! ¡Y la he dejado totalmente sola en mi casa! (…) -¿Qué me aconsejáis que vaya a visitar? –preguntó. -El planeta Tierra –le respondió el geógrafo–. Tiene buena reputación… Y el principito partió pensando en su flor…”


7
“…La Tierra no es un planeta cualquiera. Se cuentan allí ciento once reyes (sin olvidar, sin duda, los reyes negros), siete mil geógrafos, novecientos mil hombres de negocios, siete millones y medio de ebrios, trescientos once millones de vanidosos, es decir, alrededor de dos millones de personas grandes. Para daros una idea de las dimensiones de la Tierra os diré que antes de la invención de la electricidad, se debía mantener, en el conjunto de seis continentes, un verdadero ejército de cuatrocientos sesenta y dos mil quinientos once faroles… …-Con los hombres también se está solo –dijo la serpiente. El principito la miró largo tiempo: -Eres un animal raro –le dijo, al fin–. Delgado como un dedo… -Pero soy más poderoso que el dedo de un rey (…) A quien toco lo vuelvo a la tierra de donde salió –dijo aún–. Pero tú eres puro y vienes de una estrella (…) -Estoy solo…, estoy solo…, estoy solo –respondió el eco. -¡Qué planeta tan raro! –pensó entonces–. Es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres no tienen imaginación. Repiten lo que se les dice…”


8
“…Y se sintió muy desdichado. Su flor le había contado que era la única de su especie en el universo. Y he aquí que había cinco mil, todas semejantes, en un solo jardín. -Se sentiría vejada si viera esto –se dijo–; tosería enormemente y aparentaría morir para escapar al ridículo. Y yo tendría que aparentar cuidarla, pues, si no, para humillarme a mí también, se dejaría verdaderamente morir (…) “Me creía rico con una única flor y no poseo más que una rosa ordinaria (…) Realmente, no soy un gran príncipe”. Y, tendido sobre la hierba, lloró (…) -¿Qué significa “domesticar”? -Los hombres– dijo el zorro –tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interés. ¿Buscas gallinas? -No –dijo el principito–. Busco amigos. ¿Qué significa “domesticar”? -Es una cosa demasiado olvidada (…) Significa “crear lazos” (…) Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas (…) Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo… -Empiezo a comprender –dijo el principito–. Hay una flor… Creo que me ha domesticado…”
9
“…-¡Por favor…, domestícame! –dijo. -Me gustaría– respondió el principito–, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas. -Solo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame! -¿Qué hay que hacer? –dijo el principito. -Hay que ser paciente –respondió el zorro–. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca (…) Los ritos son necesarios (…) Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas (…) Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de la partida: -¡Ah! –dijo el zorro–. Voy a llorar. -Tuya es la culpa (…) No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara (…) Entonces, no ganas nada. -Gano –dijo el zorro–, por el color del trigo (…) Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto…”


EL SECRETO
-Adiós –dijo. -Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. -Lo esencial es invisible a los ojos –repitió el principito, a fin de acordarse. -El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. -El tiempo que perdí por mi rosa… -dijo el principito, a fin de acordarse. -Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el zorro–. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa. -Soy responsable de mi rosa… -repitió el principito, a fin de acordarse.


10
“…-Clasifico a los viajeros por paquetes de mil –dijo el guardaagujas–. Despacho los trenes que los llevan, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda (…) -Llevan mucha prisa –dijo el principito–. ¿Qué buscan? -Hasta el hombre de la locomotora lo ignora (…) Nadie está nunca contento donde está –dijo el guardaagujas (…) no persiguen absolutamente nada (…) Ahí dentro duermen o bostezan. Solo los niños aplastan sus narices contra los vidrios. -Solo los niños saben lo que buscan –dijo el principito–. Pierden tiempo por una muñeca de trapo y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran… -Tienen suerte –dijo el guardaagujas (…) Era un mercader de píldoras especiales que aplacan la sed. Se toma una vez por semana y ya no se siente necesidad de beber (…) Es una gran economía de tiempo (…) Se ahorran ciento cincuenta y tres minutos por semana. -Yo –se dijo el principito–, si tuviera ciento cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría tranquilamente hacia una fuente (…) Porque nos vamos a morir de sed (…) Es bueno haber tenido un amigo, aun si vamos a morir. Yo estoy muy contento de haber tenido un amigo zorro (…) Es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto…”

11
“… -Lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte (…) -Sí –dije al principito–; ya se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que los embellece es invisible (…) Lo tomé en mis brazos y volví a ponerme en camino (…) Me parecía cargar un frágil tesoro (…) Lo que veo aquí es solo una corteza. Lo más importante es invisible (…) Lo que me emociona tanto en este principito dormido es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara (…) Es necesario proteger a las lámparas; un golpe de viento puede apagarlas (…) -Los hombres –dijo el principito– se encierran en los rápidos pero no saben lo que buscan (…) No vale la pena (…) -¿Oyes? –dijo el principito–. Hemos despertado al pozo y el pozo canta (…) Los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín y no encuentran lo que buscan… -No lo encuentran –respondí. -Y, sin embargo, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua (…) Pero los ojos están ciegos, es necesario buscar con el corazón


12
“…Me acordaba del zorro. Si uno se deja domesticar, corre el riesgo de llorar un poco (…) -Estoy contento de que hayas encontrado lo que faltaba a tu máquina. Vas a poder volver a tu casa (…) Yo también hoy vuelvo a mi casa (…) Es mucho más lejos… Es mucho más difícil… Sentí que estaba ocurriendo algo extraordinario. Lo estreché en mis brazos como a un niño, y sin embargo, me pareció que se escurría verticalmente hacia un abismo sin que pudiera hacer nada por retenerlo… Tenía la mirada serie, perdida muy lejos (…) -Lo que es importante, eso no se ve. -Ciertamente. -Es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas (…) Es como el agua , la que me has dado a beber era como una música (…) era dulce (…) Por la noche, mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas… Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo…”


EL REGALO.
“…-¡Me gusta oír tu risa! -Precisamente, será mi regalo… Será como con el agua… -¿Qué quieres decir? -Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido (…) Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír! Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo (…) Tus amigos se asombrarán al verte reír mirando al cielo. Entonces les dirás: “Sí, las estrellas siempre me hacen reír”, y ellos te creerán loco (…) Será como si te hubiera dado, en lugar de estrellas, un montón de cascabelitos que saben reír (…) -Parecerá que sufro (…) no vengas a verlo, no merece la pena… -No me separaré de ti (…) -¿Sabes?, será agradable. Yo también miraré las estrellas (…) Todas las estrellas me darán de beber (…)



Es allá. Déjame dar un paso, solo (…) No hubo nada más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Quedó inmóvil un instante. No gritó. Cayó suavemente, como cae un árbol. En la arena, ni siquiera hizo ruido (…) Han pasado ya seis años (…) Ahora me he consolado un poco. Es decir…, no del todo. Pero sé que verdaderamente volvió a su planeta (…) Y por la noche me gusta oír las estrellas. Son como quinientos millones de cascabeles (…) Me pregunto “¿qué habrá pasado en el planeta? Quizá el cordero se comió la flor…”. A veces me digo “¡claro que no! El principito encierra todas las noches la flor bajo un globo de vidrio y vigila bien a su cordero” (…) A veces me digo: “… una noche el principito olvidó el globo de vidrio o el cordero salió silenciosamente… ¡Entonces los cascabeles se convierten en lágrimas!...


¿FIN?
Es un gran misterio. Para vosotros, que también amáis al principito, como para mí, nada en el universo sigue siendo igual si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido, sí o no a una rosa… -Mirad al cielo. Preguntad: ¿el cordero, sí o no, se ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia… ¡Y ninguna persona grande comprenderá jamás que tenga tanta importancia!”.


(Fragmentos de "El Principito", de Antoine de Saint-Exupéry).

1 comentario:

  1. Que entrada tan chula Javi, todo el mundo debería de releer El Principito de vez en cuando

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